Una de las creencias más arraigadas acerca del deporte, al
menos entre los que no son deportistas, es que practicar alguna actividad
física que requiera de un esfuerzo importante en las articulaciones de las piernas,
por ejemplo correr, es causa de artritis en las rodillas.
Esto no es cierto, las personas que practican deportes
aeróbicos no sufren más daños en las rodillas que el común de las personas.
Incluso hay evidencias de que hacer deportes, podría ser
beneficioso para estas articulaciones.
Es fácil creer que correr daña las articulaciones de las
piernas, ya que en cada paso, las fuerzas se mueven a través de las
rodillas del corredor. El sentido común sugiere que la aplicación repetida de
estas cargas en la articulación, debe eventualmente degradar el cartílago, lo
que lleva a la artritis.
Pero muchos estudios disponibles muestran que, a largo plazo
y siempre y cuando las rodillas estén saludables a la hora de comenzar la
práctica, el hecho de realizar un deporte aeróbico, no aumenta sustancialmente
el riesgo de desarrollar artritis, incluso hablando de corredores de mediana
edad y también más adultos.
Un estudio realizado conjuntamente por investigadores de la Universidad de Queen
en Kingston (Ontario, Canadá) y la Universidad de
Maryland en EEUU, efectuó un seguimiento a 5 mil corredores amateurs y no
encontraron “ninguna evidencia que correr aumente el riesgo de sufrir
osteoartritis, esto incluye la participación en maratones. De hecho, los
corredores participantes del estudio, mostraron una menor incidencia a
desarrollar artritis en las rodillas, que las personas que no eran deportistas.”
La biomecánica del deporte
Caminar es considerada una actividad de bajo
impacto, poco probable que contribuya a la aparición de artritis de rodilla.
Incluso los médicos recomiendan ampliamente caminar ya que es beneficioso para
el sistema cardiovascular y ayuda a mitigar el exceso de peso.
Pero hasta ahora, los científicos no habían comparado las
diferencias de cargas aplicadas a las rodillas entre caminar y correr sobre una
distancia dada.
Para hacerlo, los investigadores de la Universidad de
Maryland reclutaron 14 corredores amateurs adultos, sin antecedentes de
problemas de rodillas. Luego les grabaron marcadores reflectantes en los brazos
y piernas, con el fin de capturar mejor los movimientos.
A 7 de las personas
les pidieron quitarse el calzado y caminar 5 vueltas a un ritmo normal a lo
largo de una pista de unos 50
metros de largo.
Los otros 7 debían correr, en su ritmo habitual, el mismo
trayecto.
La pista estaba equipada con cámaras de captura de
movimiento especializadas para medir las fuerzas generadas cuando el pie de
cada corredor golpeaba el suelo.
Los investigadores querían determinar cuánta fuerza se
creaba al caminar y correr, así como la frecuencia con la que se produjo la
fuerza y por cuánto tiempo.
En general, los corredores llegaban al suelo con una fuerza cerca de
ocho veces su peso corporal. Esto resultó ser cerca de tres veces superior a la
fuerza que cuando se camina.
Pero quienes trotaban, golpeaban el suelo con menor
frecuencia, por la sencilla razón que al correr los pasos son más largos y se
necesitan menos pasos para cubrir la misma distancia que cuando se camina.
Además el contacto del pie con el piso es de un período más corto cuando se
corre.
¿Qué sucede en las rodillas?
Los investigadores encontraron que la cantidad de fuerza que
se mueve a través de las rodillas, en una distancia dada, es equivalente tanto
si se corre o si se camina.
Los corredores generaron más fuerza en las rodillas, pero tuvieron menos pasos que quienes caminaban, por lo que, por ejemplo, en un
kilómetro de recorrido, la carga total de las rodillas eran casi iguales.
La prueba fue concluyente, correr y caminar son
esencialmente indistinguibles en términos del desgaste que puedan infligir en
las rodillas.
De hecho el Dr. Ross Miller profesor asistente de
kinesiología de la
Universidad de Maryland, aseguró que correr podría ser
potencialmente beneficioso contra la artritis.
“Hay algo de evidencia que el cartílago gusta de la carga
cíclica” dice Ross, “en pruebas con animales, se estudió como la carga cíclica
provoca que las células del cartílago se dividan para rellenar el tejido ante
un posible desgaste, mientras que la carga no cíclica o de continuidad de
fuerza con pocas pulsaciones, puede sobrecargar el cartílago y provocar la
muerte de células sin que éstas se sustituyan.”