Amamantar reduce el riesgo de cáncer y diabetes en las madres


Sin dudas que la leche materna proporciona el alimento ideal para el bebé, pero dos estudios recientes sugieren que las madres también obtienen varios beneficios gracias a la lactancia. 


madre amamantando bebé


Una investigación halló que la lactancia materna puede ayudar a proteger a la mujer de un tipo particularmente maligno de cáncer de mama. Otro estudio sugiere que la lactancia actúa como una especie de botón de reinicio para el metabolismo después del embarazo, ya que ayuda a mujeres que tuvieron diabetes gestacional a evitar a convertirse en diabéticas durante toda la vida.

Estos hallazgos complementan investigaciones anteriores que muestran que las mujeres que amamantan tienen menor riesgo de cáncer de mama, de ovario, diabetes tipo 2 y artritis reumatoide. Además, se sabe que la lactancia materna también puede promover una mejor salud cardiovascular, incluyendo una presión arterial saludable.


Lactancia y cáncer

En esta última investigación, acerca de los efectos de la lactancia sobre el cáncer de mama, se analizaron docenas de estudios que abarcaron unos 40 mil casos de esta enfermedad de todo el mundo. El estudio, publicado el mes pasado en la revista ‘Annals of Oncology’, halló que la lactancia materna reduce el riesgo de tumores con receptores hormonales negativos, un tipo muy agresivo de cáncer de mama, hasta en un 20 %. Incluso un breve período de la lactancia disminuye el riesgo de estos tumores tan difíciles de tratar, que además, son más comunes en mujeres muy jóvenes.
Los autores del estudio aseguran que con la lactancia se desencadenan cambios en las células de los conductos de la leche que hacen que el pecho sea más resistente al cáncer.
Incluso algunos científicos han comenzado a referirse al período de lactancia como el “cuarto trimestre” del embarazo, ya que es la etapa en que se restaura el metabolismo del cuerpo de la mujer para el largo plazo.


Lactancia y diabetes

Por otra parte, las mujeres que desarrollan diabetes relacionada con el embarazo o las que están en riesgo, suelen ser animadas a amamantar a sus hijos, ya que la lactancia mejora el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina. La lactancia también aumenta el metabolismo de lípidos, quema calorías y moviliza los depósitos de grasa que se han acumulado durante el embarazo (aunque no siempre conduce a mucha pérdida de peso).

En un estudio publicado la semana pasada en la revista ‘Annals of Internal Medicine’ un grupo de investigadores identificó a más de mil mujeres que habían desarrollado diabetes gestacional durante el embarazo, y fueron monitoreadas hasta dos años después del nacimiento.

De todas las mujeres evaluadas, el 12% desarrolló diabetes tipo II. Pero las que amamantaron, bajaron la incidencia de la enfermedad a la mitad en los dos años posteriores al alumbramiento.
Las madres que amamantaron durante más de 10 meses redujeron en un 60% su riesgo de un diagnóstico de diabetes en los dos años posteriores.
De las mujeres que alimentaron a su bebé los primeros dos meses de vida solamente con leche materna (no utilizaron ninguna leche de fórmula) sólo el 3,9% desarrolló diabetes, en comparación con el 8,79% de mujeres que no amamantaron y sólo utilizaron leche de fórmula.
¿Cuáles son las causas de estas diferencias? Según los investigadores, la teoría más probable es que la lactancia afecte el metabolismo y la sensibilidad a la insulina de las madres.


Referencias:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23743465
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26504151


Salud del cerebro y alimentos


Nuestro cerebro está siempre funcionando, incluso mientras dormimos. Él cuida nuestra respiración, latidos del corazón, raciocinio, movimientos, sentidos, etc. Esto significa que el cerebro necesita un suministro constante de combustible. 



salud cerebro alimentos


Este “combustible” proviene de los alimentos que consumimos, y es lo que puede hacer la diferencia. O sea, lo que usted come afecta directamente la estructura y funciones del cerebro.

Al igual que un vehículo, el cerebro funciona mejor cuando el combustible es de superior calidad. El consumo de alimentos que contengan gran cantidad de vitaminas, minerales y antioxidantes, nutren el cerebro y lo protegen del estrés oxidativo, dicho de otra manera, lo resguardan de los radicales libres que produce el cuerpo cuando utiliza el oxígeno, lo cual puede dañar las células.

Por desgracia, si los alimentos que se ingieren no son de buena calidad, como ser alimentos procesados o refinados, el cerebro puede sufrir, porque no tiene capacidad para deshacerse de ellos.
Por ejemplo, las dietas altas en azúcares refinados son perjudiciales para el cerebro, ya que además de empeorar la regulación de la insulina del cuerpo, también promueven la inflamación y el estrés oxidativo. Múltiples estudios han encontrado una correlación entre una dieta alta en azúcares refinados y funciones cerebrales alteradas, incluso un empeoramiento en síntomas de trastornos del estado de ánimo, como la depresión.
Lo que es interesante es que desde no hace mucho tiempo, la medicina viene reconociendo plenamente la relación entre la alimentación y el estado de ánimo.


¿De qué forma los alimentos pueden alterar el estado de ánimo?

La serotonina es un neurotransmisor que ayuda a regular el sueño, el apetito, influye en los estados de ánimo y en la inhibición del dolor. Dado que, aproximadamente el 95% de la serotonina se produce en el tracto gastrointestinal, y éste está poblado por millones de células nerviosas, no será muy difícil de entender que nuestro sistema digestivo no solo ayuda a digerir los alimentos, sino que también participa en la raíz de las emociones. Es más, la función de estas células nerviosas (o neuronas) –la producción de neurotransmisores como la serotonina- está muy influenciada por las bacterias “buenas” que componen el microbioma intestinal. Estas bacterias desempeñan un papel fundamental en nuestra salud, ellas protegen el revestimiento de los intestinos y son una barrera contra toxinas y bacterias dañinas, además de absorber los nutrientes de los alimentos y activar las vías nerviosas que viajan directamente entre el intestino y el cerebro.

Por ejemplo, distintos estudios han demostrado que cuando las personas consumen probióticos (suplementos que contienen bacterias buenas) sus niveles de ansiedad y percepción de estrés tienden a normalizarse. Otras investigaciones han comparado las dietas “tradicionales” como la dieta mediterránea y la dieta tradicional japonesa con una típica dieta “occidental” actual, y ha quedado demostrado que el riesgo de depresión es de entre 25 a 35% menor entre las personas que consumen dietas tradicionales.
Los científicos explican que esta diferencia se debe a que las dietas tradicionales tienden a ser ricas en verduras, frutas, granos sin procesar, pescados y mariscos, en cambio contienen pequeñas cantidades de carnes y lácteos, y son muy bajas en azúcares refinados. Además, muchos de los alimentos no procesados, típicos de las dietas tradicionales, fermentan, por lo tanto actúan como probióticos naturales.
La fermentación utiliza bacterias y levaduras para convertir el azúcar de los alimentos en dióxido de carbono, alcohol y ácido láctico, esto protege a los alimentos de que se echen a perder, además puede añadirle un agradable sabor y textura.

La idea de que las buenas bacterias no sólo influyen en la absorción de la digestión intestinal, sino que también afectan el grado de inflamación de todo el cuerpo, así como nuestro estado de ánimo y nivel de energía, está ganando lentamente terreno entre los investigadores. Los resultados del floreciente campo de la psiquiatría nutricional hasta ahora han sido bastante alentadores, y en algunos casos, increíbles.



Microbioma: algunos datos sobre nuestros microbios


Existen billones de microorganismos dentro de cada uno de nosotros. Este aún misterioso ecosistema que vive en el interior y en la piel del ser humano, determina, en un alto porcentaje, nuestro estado de salud y hasta nuestra personalidad. 


Microbioma


Entre 30 y 100 billones de microorganismos existen en un cuerpo humano. Se podría decir que es otro órgano, ya que todo junto puede llegar a pesar aproximadamente 1,3 kg, o sea, casi lo mismo que el cerebro. Además, realiza un sinnúmero de funciones en nuestro organismo, desde ayudar a la digestión hasta afectar nuestro estado de ánimo. En muchos casos apenas se está comenzando a comprender su alcance.
A continuación, veamos algunas cosas interesantes de este verdadero ecosistema que vive con nosotros.


1.) Nuestra primera dosis

En el útero los bebés se encuentran en una zona estéril, sin microbioma en absoluto. La mayoría de los bebés captan su primera dosis de microbios en el canal vaginal, momento en el cual nuestros primeros microbios dan forma a nuestro sistema inmunológico, digestivo e incluso nuestro cerebro. Por ejemplo, las bacterias que necesitan los bebés para digerir la leche materna, los Lactobacilus, se obtienen en ese momento.
¿Qué sucede entonces con los niños nacidos por cesárea? Estos bebés, a menudo adquieren las bacterias a través de las manos del médico o del medio ambiente que les rodea en ese momento, esto puede desbalancear su microbioma. Los niños nacidos por cesárea tienen tasas ligeramente más altas de asma, alergias, infecciones intestinales y retrasos en el desarrollo del sistema inmune. No obstante, se les puede dar probióticos para compensar los que no han recibido.


2.) Razones para amamantar

La leche materna contiene varios tipos de bacterias que se transmiten al bebé, es por ello que aproximadamente el 10% de los nutrientes de esta leche no es digerible por el ser humano. La leche materna también contiene “señuelos” químicos que atraen a los microbios que causan enfermedades, por lo que estos se adhieren a las moléculas de la leche en lugar de las células del bebé. Los bebés que padecen cólicos tienen menos bacterias adquiridas de la leche materna y más bacterias como la Proteobacteria, que puede causar gases. Reequilibrar estas bacterias ha demostrado ser una cura para los cólicos de los bebés.


3.) Diferencias a flor de piel

Nuestro microbioma de la piel revela diferencias importantes sobre nosotros. Los dueños de perros tienen más diverso microbioma que aquellos que no los tienen, además, pueden compartir ciertos perfiles microbianos con sus mascotas.
Las personas que usan antitranspirantes tienen alrededor de 50 veces menos bacterias bajo el brazo que la gente que solo usa jabón.
Las manos de las mujeres y hombres tienen distintos perfiles microbianos, incluso la mano derecha e izquierda de una misma persona pueden tener diferentes ambientes microbianos.


4.) El mal aliento de las mañanas

Más de mil tipos de bacterias, repartidas en unas 100 a 200 especies, viven en la boca humana. La mayoría no hace ningún daño, pero en condiciones apropiadas estas pueden ocasionar caries en los dientes, enfermedades en las encías o mal aliento. Precisamente el mal aliento se produce por los químicos sulfurosos que produce la lengua por las noches, ya que la boca se seca y la saliva no puede actuar limpiando estos químicos.


5.) Un poco de suciedad no es tan mala

Nuestro sistema inmunológico está capacitado para no atacar todo. Está demostrado que la exposición a ciertos microbios reduce las probabilidades de contraer alergias o asma. Por ejemplo, los niños que adquieren las bacterias “Lactobacilos johnsonii” del polvo ambiental o del perro de la casa, tienen menos tasas de alergias pulmonares.
En algunos experimentos recientes se ha observado que ratones alérgicos a los cacahuetes se vuelven más resistentes cuando se les da ciertos tipos de cepas bacterianas en sus intestinos, esto podría ayudar a prevenir algunas alergias humanas en el futuro.


6.) El microbioma proporciona nutrientes

Tanto en seres humanos como en animales, el microbioma intestinal también proporciona nutrientes carentes en nuestra dieta. Por ejemplo, algunos pueblos de Nueva Guinea pueden vivir con una dieta compuesta en un 90% de patatas dulces, esto es posible gracias a que su flora intesitinal ha evolucionado para producir las proteínas que faltan en su alimentación. Otro claro ejemplo es lo que sucede con las algas, mientras que en occidente la mayoría de la gente no puede digerirlas, los japoneses si pueden gracias a que su flora intestinal ha evolucionado para poder hacerlo. Del mismo modo, el microbioma intestinal de los occidentales produce muchas más enzimas para digerir carbohidratos que las personas nacidas en Asia.


7.) Flora intestinal y obesidad

Probablemente existen muchas razones para la obesidad, incluyendo la dieta y el estilo de vida. Sin embargo, otra teoría ha cobrado fuerza entre los investigadores en los últimos años, y es la composición de la flora intestinal. Distintos estudios han demostrado que hay diferencias entre el microbioma intestinal de personas delgadas y personas obesas. En un estudio realizado en la Universidad de Minnesota, a un grupo de ratones con peso normal se les transplantó microbioma intestinal de ratones obesos. El resultado fue que los ratones engordaron comiendo la misma dieta que antes.
Otra correlación ocurre con los antibióticos, que al consumirlos, matan ciertas bacterias en los intestinos y esto propicia la obesidad. Curiosamente, en los estados de Estados Unidos donde más antibióticos se ingieren (Missisipi y Virginia) están las tasas más altas de obesidad de ese país.


8.) Estado de ánimo y flora intestinal

Nuestro cerebro e intestino se comunican entre sí todo el tiempo. Considere esto: el intestino contiene 500 millones de neuronas conectadas al cerebro a través del nervio vago. También produce el 80% de la serotonina, hormona que regula el estado de ánimo, el sueño y la memoria. Esta puede ser la causa por la cual los trastornos intestinales a menudo vienen acompañados de estados depresivos, como así también las personas autistas frecuentemente tienen problemas digestivos.
En un experimento de laboratorio se logró alterar el comportamiento en ratones simplemente intercambiando microbios intestinales de ejemplares sin patologías previas con ratones que sufrían frecuentes ataques de ansiedad. 


El estado físico como protector del cerebro en la tercera edad


Una nueva investigación muestra que en adultos mayores, las diferencias relacionadas con la salud del cerebro -específicamente la fuerza de las conexiones entre las diferentes regiones cerebrales- varían de acuerdo al estado físico de la persona.



estado físico cerebro tercera edad


Estos resultados sugieren que una mayor capacidad cardiorrespiratoria (medida de resistencia aeróbica) está relacionada con conexiones cerebrales más fuertes y una mejor función cerebral durante la tercera edad. La investigación fue realizada en el Instituto Beckman de Ciencia Avanzada y Tecnología (Illinois, USA).

Los resultados del estudio, que fueron publicados hace unos días en la revista Neuroimagen, ofrecen la evidencia más fuerte hasta la fecha de que una buena condición física en un adulto mayor puede tener beneficios sustanciales para la salud del cerebro, en términos de las conexiones funcionales de sus diferentes regiones. 

Existen muchas formas de evaluar la salud del cerebro, una de ellas mide la fuerza de las conexiones entre las diferentes regiones del mismo mientras la persona está completando un trabajo o durante un estado de reposo. Las investigaciones han demostrado que algunas de estas conexiones se debilitan con la edad, deteriorando la salud del cerebro.

Utilizando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores midieron la fuerza de estas conexiones en adultos jóvenes y en adultos mayores, en ambos casos en reposo. Como era de esperar, la mayoría de las conexiones eran más débiles en los adultos mayores en comparación con los adultos jóvenes.
Sobre la base de estos hallazgos, los investigadores examinaron el papel de la capacidad cardiorrespiratoria en estado de reposo en adultos mayores.


El estado físico de una persona está determinado por la eficiencia con la cual el individuo utiliza el oxígeno durante una actividad física, por ejemplo, correr en una cinta.


Otros factores, además de la actividad física habitual, pueden alterar la manera en que el estado físico afecte la salud del cerebro de una persona. Por ejemplo, su composición genética puede influir en la condición física y en la salud general del cerebro.

Los investigadores encontraron una relación entre el estado físico y la fuerza de las conexiones entre ciertas regiones del cerebro en los adultos mayores que era independiente de su nivel de actividad física habitual. Un dato alentador es que los beneficios del estado físico parecen ocurrir dentro de un rango bajo a moderado de resistencia, esto quiere decir que los beneficios para el cerebro no dependen de estar muy en forma.

El estudio llega a la conclusión de que hay un papel importante de la capacidad cardiorrespiratoria, más allá de la actividad física habitual, en la salud del cerebro de los adultos mayores. Esto sugiere que el cuerpo de algunos individuos se adapta mejor que otros a la actividad física natural, es decir, a aquellos movimientos físicos que hacemos sin necesariamente practicar deportes.
Sin dudas que este tipo de investigaciones ayudan a comprender de que forma el estado físico puede proteger a una persona del deterioro cognitivo y de la demencia relacionada con la edad.


Referencia: https://news.illinois.edu/blog/view/6367/274238


¿A qué se debe que el ejercicio físico retarde el envejecimiento?


Es común leer o escuchar que el hecho de practicar algún ejercicio físico en forma regular nos puede hacer vivir más tiempo, ya que retarda el envejecimiento. Pero, ¿cuál es la explicación para que esto ocurra?



ejercicio físico y envejecimiento


Saber la edad de una célula es complicado, porque su edad biológica y cronológica raramente coinciden. Es decir, una célula puede ser relativamente joven en términos del tiempo que ha existido, pero a su vez, puede funcionar de manera irregular o más lentamente, como una célula longeva.
Es por esto que hoy en día la ciencia ha comenzado a determinar la edad biológica de las células midiendo la longitud de sus telómeros.


Los telómeros son una parte de la cadena de ADN que se encuentra en los extremos de los cromosomas. Se cree que protegen el ADN del daño durante el proceso de división celular.


Al igual que las células, sus telómeros se achican y envejecen de forma natural, sin embargo, dicho proceso puede acelerarse debido, por ejemplo, al tabaquismo, insomnio, obesidad, diabetes, estrés y otros aspectos de la salud y estilo de vida de la persona. En estos casos, las células afectadas envejecen prematuramente.

Sin embargo, no hace mucho tiempo que se ha descubierto que el ejercicio físico puede retardar este acortamiento de los telómeros. En este sentido, algunas investigaciones recientes han encontrado que las personas que practican alguna actividad física al menos tres veces a la semana, normalmente tienen los telómeros más largos que las personas sedentarias de su misma edad. De igual manera que las personas mayores que con frecuencia caminan o realizan otro tipo de actividad física, incluso si esta actividad es moderada.  


Telómeros e investigación

En este sentido, la investigación más completa que se ha efectuado fue la realizada por la Universidad de California, la cual indagó la relación entre la práctica de actividades físicas y el tamaño de los telómeros en una amplia franja etárea de personas.
Para ello, recurrieron a datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Estados Unidos en la cual miles de adultos responden anualmente a preguntas sobre su salud, abarcando hábitos de ejercicio, además de realizarles distintos tipos de exámenes incluyendo la extracción de muestras de sangre (esto serviría para medir la longitud de los telómeros).

Los investigadores reunieron datos de casi 7 mil personas con edades de entre 20 y 84 años, de ambos sexos. Posteriormente los clasificaron a cada uno con un puntaje en función de lo habitual, el tipo y la intensidad de su actividad física. Después se midieron los telómeros de cada individuo.

Y hubo asociaciones claras. Cuanto mayor era el puntaje de la actividad física, los riesgos de tener telómeros cortos disminuyeron significativamente. Por ejemplo, una persona que practicaba actividad física de forma muy moderada tenía un 5% menos de probabilidades de tener los telómeros del mismo tamaño que alguien que no practicaba ejercicios físicos en absoluto.

El riesgo se fue reduciendo a medida que la persona practicaba más ejercicios físicos. Por ejemplo, los individuos que reportaron hacer actividad física moderada 1 o 2 veces por semana tenían un 24% menos de probabilidades de tener telómeros similares a un individuo sedentario de su misma edad. En aquellos que reportaron hacer actividad física 3 veces a la semana las probabilidades bajaban un 29%. Y los que realizaban alguna actividad física moderada más de tres veces por semana, las probabilidades de tener telómeros cortos descendía un 60%.

Curiosamente, estas asociaciones fueron más fuertes entre las personas con edades entre los 40 y 65 años, lo que sugiere que la mediana edad puede ser un momento clave para evitar que los telómeros se acorten.

Lo que el estudio no pudo determinar es la cantidad ideal de ejercicio que se necesita para un óptimo mantenimiento de los telómeros. Pero, tal vez, lo más importante es saber que las personas que hacen ejercicios físicos con regularidad tienden a tener telómeros más largos. Y como hemos visto, los telómeros más largos son predictivos de un envejecimiento celular más lento, por tanto, de una mejor salud y una vida más larga.